miércoles, 11 de febrero de 2015

Nota2










Él se fue, me regaló un silencio deprimente... le exigí una respuesta convincente, pero aún no ha contestado, no le volví a escribir más, creo que aún debe estar armando una excusa... Me enamoré tarde, justo cuando él se cansó de esperarme... lo extraño pero sé que todo en esta vida es un ida y vuelta, ya nos volveremos a ver, y ahí, ya no habrá vergüenzas, sino coraje... creo que el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen... ni pierdo mi fe... deseo que vuelva con un perdón, nada más...


.

"Te quiero sin saberlo"





Muchos hombres, Neuróticos obsesivos se protegen, mediante " enredos laberínticos", ya que a la hora  del amor temen ser devorados por un OTRO que desea, a si evitan encontrarse con la mujer de sus deseos o quizá de sus sueños.

La histeria se queda con las ganas en el amor, sosteniendo siempre que
existe una mujer que las tiene todas, y el obsesivo sufre en secreto haciendo de su vida un víacrucis permanente que hace imposible acceder al objeto que causa su deseo. Y, como la dimensión amorosa se teje en la trama misma de la neurosis, el problema del amor siempre se presenta con la modalidad  típica de la histeria u obsesión. ¿pero por qué el amor es un problema Amor y castración van de la mano, el amor  implica siempre un encuentro con la propia falta, Me haces falta"se dicen los enamorados. Y esto en los hombres tiene una relevancia sustancial, reconocer ce en falta es feminizarse.

En realidad, la posición  frente al amor es siempre femenina: así representa una dificultad mayor para hombres que para mujeres, aunque estas no se quedan muy atrás,, sobre todo en estos tiempos donde encontramos una tendencia creciente a la virilización en el mundo femenino, tal como lo sostiene Lêda Guimares (El estatuto de la feminidad en nuestros días" en Revista LOGOS No. 7, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2012) Un hombre que se asume enamorado corre con un alto riesgo de castrarse. Cuando el hombre, tocado por el amor, no puede tolerarlo, suele ponerse al reparo permaneciendo en una posición que lo resguarde. Protegerse contra los riesgos que ocasiona enamorarse es una respuesta típica en los hombres, y la coraza protectora puede adquiere múltiples modalidades de presentación.
una de ellas  es el calculo:  es una situación muy común y la encontraremos en el conjunto de argumentos que los hombres construyen para no involucrarse con una mujer, que sin embargo les interesa, Es muy probable que el calculo sobrevenga cuando el hombre ya ha sido tocado por una mujer que le importa, aunque también se puede ubicar, previamente en la serie de pensamientos que _ con muy buenos argumentos, tal vez los mejores para abandonar la idea de mantener distancia- impiden el acceso a ella. Esto da como resultado que él no pueda llamarla ni decirle nada o mostrar algún signo de interés.  Esta actitud suele alejar a cualquier mujer que pretenda tener una relación estable con un hombre, ya que abona en ella la idea de no ser deseada.

El obsesivo va en sentido contrario al objeto que causa su deseo. Bernardino Horne lo ha formulado con precisión al afirmar que " La neurosis obsesiva es una burocratización de la fobia". Es una manera clara y certera de presentar a la obsesión hermanada con la fobia: un disfraz de enredos laberínticos que preservan al sujeto del encuentro con la falta. ¿cuando precisa una fobia? La fobia se instaura cuando el sujeto se encuentra con una falta que tiene para el estatuto de abismo, es decir de ilimitado, el peligro es perder el ser bajo el signo del fantasma de devoración, como  enseña Lacan en el Seminario "La relación de objeto". A la hora del amor, el obsesivo teme ser devorado por un otro que desea, Por eso resulta mucho mas fácil someterse a cualquier requerimiento que se imponga dentro de los cánones de la demanda y evitar encontrarse con la mujer de sus deseos o quizá de sus sueños.
Otra forma en que esta caparazón se presenta en la de lo efímero. Es muy frecuente en las relaciones hoy en día, donde abundan los encuentros ocasionales, el acceso rápido lo pasajero y lo faácilmente olvidable. Son todas formas de preservarse o de no involucrarse en una relación donde el deseo este comprometido. Tal vez esta es la nueva vestidura de anacrónico "don juan" posición viril o masculina que encontramos en tantos hombres como en mujeres.
Y también esta el rechazo, este suele presentarse bajo una modalidad renegatoría: hacer como si nada hubiera ocurrido  ya afirmarse en la convicción de que la vida puede seguir perfectamente bien, igual que antes.
Lo que está renegado en este caso es el acontecimiento amoroso. Alain Badiou es quizá quien lo explica de la mejor manera: “El amor se inicia siempre con un encuentro. Y a este encuentro yo le doy estatuto –de alguna manera metafísico– de acontecimiento, es decir, de algo que no ingresa en la ley inmediata de las cosas”; “El encuentro entre dos diferencias es un acontecimiento, algo contingente, sorprende. Las sorpresas del amor” (Alain Badiou, Nicolás Truong, Elogio del amor, Paidós, 2012). El movimiento renegatorio es un empeño en no dar lugar, porque, como dice Badiou, el acontecimiento como tal no ingresa ni encaja en la ley inmediata de las cosas, es decir en nuestro mundo previo. Por eso un encuentro-acontecimiento divide el tiempo en un antes y un después. Muchas veces se requiere de gran coraje para asumir los efectos de ese encuentro que altera lo preestablecido, cambia el programa calculado de antemano.
Pero vayamos ahora al “seguro contra todo riesgo”, expresión que también emplea Badiou en esa obra. Muchos hombres, y también mujeres, intentan hacer del amor un lugar de seguridad absoluta, donde el riesgo sea cero. Intentan construirse un modo “seguro” de vincularse que, a los seres atravesados por la sexuación, los proteja de la posibilidad de enamorarse. “¡Tenga el amor sin el riesgo!”, “¡Se puede estar enamorados sin caer en el amor!” “¡Usted puede enamorarse sin sufrir!”, ironiza Badiou. Bien sabemos que el amor riesgo cero es otra cosa que amor.
Pero vayamos ahora al “seguro contra todo riesgo”, expresión que también emplea Badiou en esa obra. Muchos hombres, y también mujeres, intentan hacer del amor un lugar de seguridad absoluta, donde el riesgo sea cero. Intentan construirse un modo “seguro” de vincularse que, a los seres atravesados por la sexuación, los proteja de la posibilidad de enamorarse. “¡Tenga el amor sin el riesgo!”, “¡Se puede estar enamorados sin caer en el amor!” “¡Usted puede enamorarse sin sufrir!”, ironiza Badiou. Bien sabemos que el amor riesgo cero es otra cosa que amor.
Veamos un caso: se trata de una relación que pareció funcionar durante años sin ningún compromiso de ambos. Se llamaban semanalmente o quincenalmente, por lo general muy tarde: así no se daba lugar a ningún programa sino como si fuera algo espontáneo, que se da cuando se da. El problema se suscitó cuando ella empezó a darse cuenta de que él le importaba. Entonces las cosas cambiaron radicalmente para ambos. Cuando ella advirtió que comenzaba a involucrarse mucho, le dijo a él que iba a alejarse, y el hombre la dejó ir. El no pudo-no quiso asumir compromiso alguno con su deseo. Este caso de la clínica es bastante común, y seguramente puede despertar distintas resonancias de situaciones similares. Es muy frecuente en hombres casados, que se vinculan con otra mujer “aclarando”, de antemano, que no van a llegar muy lejos en un compromiso, pero después se verifica que la relación llegó muy lejos en el tiempo, en la frecuencia y en la calidad de los encuentros. ¿Cómo se puede decir a priori cómo uno se va a manejar con un amor? ¿Cómo calcular anticipadamente los efectos que va a tener el Otro sobre uno?
¿QUE ES UNA MUJER?

¿Qué es, para un hombre, una mujer?
En el seminario "RSI", Lacan formula la pregunta así:
¿Que es una mujer, para quien esta estorbado  por el falo?. Y contesta:  "Es un síntoma".
Sabemos que el síntoma es una formación del inconsciente: si una mujer entra a formar
parte del inconsciente del hombre, quiere decir que el se a sentido tocado por ella.
y esto se manifiesta en lo que  Freud llamo  retornos de la formación  del inconsciente: un
mujer es sueño, es acto fallido, es lapsus, es síntoma. El deseo del hombre por esta mujer es mas que claro, pero hay que admitirlo.
Luego, en el Seminario “El sinthome”, Lacan avanza en la formulación y dice que la mujer es para el hombre su sinthome: se ubica así como el nudo que anuda a un hombre. ¡Qué lugar! Aunque es importante precisar que el sinthome, cuarto nudo que hace que lo real, simbólico e imaginario se mantengan juntos, puede adquirir distintos valores. Por ejemplo en el “caso Schreber” –sobre el que escribió Freud–, el amor a su mujer cumple una función de estabilización subjetiva; pero el sinthome es el broche que, a veces como resultado de un análisis, anuda al sujeto cuando ha podido salir de la lógica que sustenta la neurosis. En este último caso se trata del lugar más preciado que podría tener, para un hombre, una mujer.

Con-sentir

Con-sentir, escrito así, conduce a un doble movimiento: por un lado, el consentimiento, en este caso consentir al amor; pero también la decisión de “sentir con”. Si antes hablamos de coraza, ahora se trata del coraje, como actitud necesaria en un hombre cuando una mujer se vuelve inolvidable. No todos los hombres pueden o quieren con-sentir, ya que esto implica un profundo compromiso ético. Ya sabemos que el deseo no es cómodo, cuesta, siempre se requiere pagar por él.
Cuando un hombre se dispone al amor, los efectos de alegría y entusiasmo se manifiestan rápidamente, pero cuando puede con-sentir al amor y deponer sus defensas, los beneficios son mayores, no sólo para él sino para quien elige caminar a su lado. Estos que ahora son dos diferentes pueden construir juntos un nuevo andar, que no es la sumatoria de uno más otro, sino algo nuevo que surge y se arma entre uno y otro. Uno no es siempre el mismo con cada pareja que tenga, uno es cada vez algo distinto y algo parecido, y abrirse a un nuevo amor es construir un nuevo espacio común.
Pero, para que esto sea posible, el hombre debe declinar algo de su interés fálico, es decir: feminizarse. Feminizarse en el amor no equivale a afeminarse; Feminizarse es una posición que al hombre lo enriquece y le suma virilidad. Es la decisión de con-sentir al encuentro con el otro y hacer de ese encuentro una experiencia inédita, única. Cuando el amor toca una verdad, su característica principal es la novedad.
Cuando una mujer cree en su hombre y sabe de su dificultad, puede ayudarlo, si él lo permite, a salir de su rigidez, de su armadura defensiva. Ella debe creer en él y él con-sentir a ella y a lo femenino que ella despierta en él; debe dejarse llevar por su amor. Consentir al acontecimiento amoroso, como encuentro siempre contingente, requiere una posición decidida frente al amor, que deje atrás el modo neurótico de existir.

* Psicoanalista. Autora del libro Caras del goce femenino. Texto extractado del trabajo “Posiciones del hombre frente al amor”, que puede leerse en:

jueves, 5 de febrero de 2015

De Noches y Melancolías..

"Llorar, llorar como hace muchas noches no lo hago, como hace muchas lunas no me escurro, tendida sobre el piso, cubriendo la cara con mis manos. Te he soñado, has venido hasta donde estaba acostada y me has robado un beso, he visto tan de cerca tus ojos que parecía que de un momento a otro me iban a comer. Mi cabeza se amoldaba a la curvatura de tu cuello y hasta el olor me pareció familiar. Susurraste palabras que moría por entender y al final quedaron en misterio. Cuantas ganas de llorar tengo, ya había olvidado la sensación de sentirme frágil y expuesta. Devorada por mis sentimientos, ahogada por lágrimas que caen de mis ojos sin control. Alíviame la espera, la ausencia no me viene bien, no dejes que la melancolía gane la guerra. Llega un día de improviso, cobíjame las esperanzas, saca a pasear mis ilusiones. No permitas que vuelva a soñar contigo y amanezca sin ti."


— De noches y melancolías…


Nota # 1




Sería conformista si dijera, que me hace feliz tu sola existencia. Pero es que es así, es un alivio enorme despertarme en la mañana y saber que respiras, que miras el sol, que la lluvia te moja, que sientes hambre y que te da frío. Y me siento feliz a pesar de que no te tengo, de que mis ojos no te miran. A veces me da una punzada en el pecho y recuerdo que no has de ser mio y que no compartiremos el café, pero no me importa, porque sé que vives. Es reconfortante saber que esta noche colocarás la cabeza en la almohada, tal vez no pensaras en mí y si lo haces será un recuerdo que dure un segundo. Dormirás y sentirás el calor de las cobijas y mientras tanto yo estaré acá, seré feliz sabiendo que seguimos compartiendo el mundo, aunque no estemos juntos…"




M.R.